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Una plegaria de Don Orione hecha realidad

Hace 75 años los vecinos de la entonces despoblada localidad de San Miguel vieron crecer la luz del Cottolengo en un lugar que había sido pensado para la esclavitud.

 

El Cottolengo de Los Polvorines está ubicado en el kilómetro 33,500 de la ex Ruta Nacional Nº 8. Se lo conoce históricamente como el “Cottolengo de San Miguel”. Pero desde 1994, cuando fue creado el partido de Malvinas Argentinas y se establecieron los nuevos límites de los municipios en la provincia de Buenos Aires, la antigua Ruta 8 el Cottolengo quedó del lado de Los Polvorines.

 Una de sus características sobresalientes es que sus residentes son solo mujeres. La comunidad de nueve Pequeñas Hermanas Misioneras de la Caridad se dedica al cuidado de 67 mujeres de entre 19 y 95 años. Para eso cuentan con el trabajo de un plantel –también mayoritariamente femenino–  compuesto por 60 empleadas en total, incluyendo auxiliares, enfermeras, especialistas en medicina clínica, neurología y psiquiatría, kinesiología y docentes de distintas disciplinas.

 Tanta presencia femenina en ese lugar está lejos de ser una casualidad. Tiene que ver con el momento mismo de su fundación. 

 

 

Llegar “a los confines últimos” 

 

La Hermana Tamara Mará es la encargada de uno de los tres hogares, el llamado Inmaculada Concepción, que integran este Cottolengo. Está recopilando información para reconstruir la historia fundacional de esta casa que fue inaugurada el 11 de noviembre de 1941, poco después que san Luis Orione partiera a la Casa del Padre.

 Cuenta que todo comenzó a mediados de los años ’30, porque una señora se enteró de la existencia de un prostíbulo en el centro del pueblo de San Miguel y decidió denunciarlo ante el intendente. “San Miguel era muy distinto a como es ahora, porque era una zona de quintas y vivían allí muy pocas familias”, explica la religiosa. “Resulta que la señora Constanza de Zavalía –continúa– se enteró de la existencia de la casa de citas y le pidió al intendente que lo clausurara pero como los dueños no querían perder su negocio, empezaron a construcción de un nuevo establecimiento en las afueras, por la Ruta 8”.

 Una vez que la obra estaba avanzada, la señora de Zavalía –que luego fue una gran amiga y benefactora del Cottolengo– se enteró nuevamente de los planes de aquellos hombres, aunque en esa segunda oportunidad recurrió a la Presidencia de la Nación, que prohibió la apertura del lugar. “Como los empresarios fueron a la quiebra, el inmueble quedó para remate y el señor Blas Dubarry le propuso al padre José Zanocchi instalar allí un cottolengo, por lo que fue a verlo junto con otras personas”, relata la Hna. Tamara.

El ofrecimiento del señor Dubarry incluía la donación del terreno y la finalización de la construcción del edificio. Y aunque lamentablemente falleció antes de realizar lo prometido, su esposa e hijos completaron su voluntad.

Así fue que el ambiente donde iba a funcionar el bar fue convertido en capilla y el salón que iba a albergar la explotación de las mujeres fue transformado en un lugar de descanso.

Es posible que ninguna de las personas involucradas supiera en 1939 que, mientras arremetían contra los mercaderes de la muerte –como los llama hoy el papa Francisco– un santo sacerdote inflamado por el Espíritu Santo suplicaba y escribía: “Colócame, Señor, en la boca del infierno, para que yo, por tu misericordia, la cierre”.

Y su plegaria se cumplió.

 

De cara a los próximos 75 años

 

En la actualidad, el Cottolengo de Los Polvorines contiene tres hogares: Inmaculada Concepción, Don Orione y Santa Teresita. El hogar Inmaculada Concepción funciona en el edificio original, y los otros dos fueron construidos en la década del ’80.

“Una de las cosas que más me llama la atención al realizar esta recopilación histórica es la forma en que ha cambiado la atención de las personas con discapacidad a lo largo del tiempo”, comenta la Hna. Tamara, que también se encarga de la pastoral con los empleados. Por ejemplo, un grupo de residentes compite hace cinco años en una Liga Inclusiva de Fútbol y recibieron una felicitación por el crecimiento que les significó tal permanencia. “Otras hacen radio, artes plásticas, aprenden a leer y escribir, tienen un coro, arman bijouterie”, enumera la religiosa. Y remarca que están “siempre atentos para que las chicas tengan nuevas propuestas que disfruten y las hagan crecer”.

 

 

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